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CUANDO LA QUEJA OSCURECE, LA ESPERANZA ILUMINA

La verdad, a veces nuestra sociedad es difícil de entender. Nos quejamos por todo, nada nos parece suficiente; en lugar de proponer, buscamos destruir; en lugar de exaltar lo positivo, nos concentramos en señalar lo negativo; y en vez de marchar hacia adelante, optamos por retroceder. ¿No sienten ustedes también ese sinsabor? Es fácil encontrarnos —o conocer a muchos— con este tipo de mentalidad. Y ojo: no distingue estrato, raza, credo ni condición; los malpensantes o negativos abundan a diestra y siniestra por todo el territorio. A veces me pregunto: ¿de qué forma vivirán estas personas? ¿Cómo enfrentarán su día a día? ¿Podrán conciliar el sueño, serán felices? Preguntas que no tienen respuesta, solo ellos lo sabrán.

La vida es demasiado corta como para caminarla viendo todo en sombras. Claro está, tampoco digo que debemos obligarnos a vivir en un estado de “felicidad” permanente —porque eso es imposible—. Todos tenemos días buenos y días no tan buenos; momentos de gran regocijo y otros de tristeza, porque somos seres humanos. Pero nada de eso debería impedirnos mirar siempre hacia adelante. Donde otros ven obstáculos, nosotros deberíamos ver oportunidades; donde algunos ven muros, otros construyen puentes. Hay quienes pueden tenerlo “todo” y aun así desconocen el olor de una rosa, mientras que hay quienes salen de casa sin tener con qué desayunar, pero con la mejor actitud para enfrentar la vida.

Y es aquí donde quiero detenerme: debemos volver a lo básico, a valorar lo simple. Hablo desde lo humano, pero también desde lo político. Porque hay líderes —y también muchos de sus seguidores— que se dedican día tras día a señalar, a juzgar, a criticar, y su único discurso es el de la oscuridad, acompañado de una peligrosa inacción.

Sin embargo, la historia nos enseña que no todo está perdido. Según el último Informe Mundial de la Felicidad (2024), los países que logran mayores niveles de bienestar no son necesariamente los más ricos, sino aquellos que han aprendido a valorar la confianza, la solidaridad y el sentido de comunidad. Esa es la gran tarea que tenemos pendiente: dejar de alimentar la crítica estéril y empezar a construir desde lo que nos une. Porque al final, la esperanza no se decreta, se cultiva. Y si algo necesita hoy Colombia es justamente eso: una ciudadanía capaz de transformar la queja en propuesta, la oscuridad en luz y la inacción en acción.

Andrés Saavedra.

Septiembre 21 del 2025

@AndresSaavedra_ - @asaavedraluna


 
 
 

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