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UN TREN DETENIDO POR EL EGO

Por: Andrés Saavedra


El egoísmo no es solo una palabra vulgar para describir la avaricia: es la identificación obsesiva con uno mismo como centro de todo. La filosofía de Max Stirner, por ejemplo, habla de un egoísmo radical: el individuo afirma su “propiedad” sobre si mismo, rechaza ideas fijas (religión, Estado, ideales) y prioriza su propia voluntad, sin rendir cuentas más allá de su “yo”.


Esa forma de egoísmo, lejos de ser académica, puede volverse peligrosa en la política. Porque cuando los líderes actúan como egoístas —pensando primero en su prestigio, su cuota de poder o su legado personal—, el pueblo sufre. Y ese egoísmo ha sido una de las grandes barreras para que el suroccidente colombiano alcance su verdadero potencial.


Desde hace años, este territorio sueña con obras transformadoras; esa visión colectiva que podría cambiar la vida de millones. Pero muchas de esas esperanzas se han estrellado contra la realidad de la politiquería egocéntrica. Una de las más dolorosas es la paralización del tren de cercanías del Valle del Cauca, proyecto que podría conectar Cali y Jamundí, aliviar la congestión, generar empleo y transformar la movilidad en toda la región.


Según el DNP, en febrero de 2025 se concertó el documento CONPES para declarar el tramo priorizado (Cali-Jamundí) como de importancia estratégica. Esa primera fase contempla 23,6 km, 31 estaciones y capacidad para movilizar hasta 165.000 pasajeros al día. Es una apuesta ambiciosa: 13 billones de pesos, conexión férrea, desarrollo sostenible, integración metropolitana. Sin embargo, esa ambición ha chocado con un muro de egoísmo: el Presidente Gustavo Petro, que a pesar del compromiso anunciado, no firmó el convenio que permitía a la nación asumir el 70 % de la financiación. Autoridades locales han denunciado que esta decisión no es técnica sino evidentemente política. El alcalde Alejandro Eder incluso dijo que “simplemente no quiso firmar” y que la región ya tenía su parte garantizada.


Los gremios han sido contundentes: “al tren solo le faltaba el aval”, ha dicho la W Radio. Y mientras se retrasa la decisión, los ciudadanos del suroccidente siguen esperando una oportunidad: mejores tiempos de viaje, menos polución, más integración social y económica. Resulta frustrante que un proyecto con estudios técnicos, con respaldo local y con apoyo financiero regional dependa del capricho y egoísmo de una firma.


Este egoísmo que obstaculiza la infraestructura estratégica no solo es un perjuicio para el Valle del Cauca: es una señal para todo el suroccidente. Es la prueba de que cuando el poder se concentra en el “yo primero”, el “nosotros” queda en el olvido. Y eso impacta directamente en la calidad de vida, en la equidad regional y en las oportunidades reales de progreso.


La reflexión final es clara y urgente: no podemos permitir que los egos sigan decidiendo el destino de nuestra región. Se requiere unión: una unión profunda por el suroccidente, por sus causas, por su gente y por su futuro. Necesitamos voces firmes en el Congreso que representen nuestra realidad, que no se dobleguen ante la inercia centralista. Y un próximo gobierno nacional que escuche, atienda y ejecute con responsabilidad.


Que el tren no sea solo un sueño truncado por el ego. Que sea el símbolo de una región que aprendió que la grandeza no viene de la vanidad, sino de la cooperación y del compromiso con lo colectivo.

 
 
 

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