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ENTRE EL ABANDONO Y LA ESPERANZA: EL SUROCCIDENTE QUE PUEDE VOLVER A LEVANTARSE (III)

Hoy, hablar del suroccidente colombiano es mirar de frente una realidad dolorosa. Esta región, que alguna vez fue el motor político y social del país, atraviesa una de sus peores crisis de liderazgo. Ni el Valle del Cauca ni el Cauca tienen hoy voces fuertes en el Congreso que defiendan con firmeza sus intereses. Cali, Popayán y las demás ciudades que conforman esta zona estratégica parecen vivir condenadas al rezago, atrapadas en problemas estructurales que se repiten una y otra vez: inseguridad, desempleo, informalidad, falta de infraestructura y un abandono histórico por parte del Gobierno Nacional.

La preocupación es legítima. En el Cauca, la violencia se ha recrudecido, con disputas de grupos armados que afectan directamente la vida cotidiana de comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes. El Valle del Cauca, por su parte, sufre el peso de la criminalidad urbana, los problemas de movilidad y el deterioro de su competitividad económica. A esto se suma la falta de un liderazgo regional que articule esfuerzos y ponga sobre la mesa una agenda clara.

La rabia se hace aún mayor cuando recordamos las promesas incumplidas. El presidente Gustavo Petro, en campaña y durante sus primeros meses de gobierno, habló de darle al suroccidente la importancia que se merece. Prometió inversiones en infraestructura, en educación y en seguridad. Pero al día de hoy, poco o nada se ha materializado. Las palabras quedaron en el aire, y la región continúa esperando soluciones que nunca llegan. No es un problema exclusivo de este gobierno, es cierto; durante décadas, distintos presidentes han olvidado al Cauca y al Valle, relegándolos a un segundo plano. Pero en este caso, el incumplimiento duele más porque se nos vendió la idea de un cambio que nunca llegó.

El vacío de representación política también agrava la situación. El Cauca, que en el pasado produjo presidentes y líderes de talla nacional, hoy no cuenta con cabezas visibles en el Congreso capaces de dar una batalla real por sus intereses. La fragmentación política, los egos personales y las vanidades han terminado por sepultar la posibilidad de tener un proyecto común. Y mientras tanto, otras regiones avanzan con unidad y visión, asegurándose un lugar en la mesa donde se toman las decisiones.

Sin embargo, no todo está perdido. La historia nos demuestra que esta región tiene una capacidad inmensa de resurgir cuando logra unirse. Lo que necesitamos es un nuevo liderazgo: uno que no se base en los caprichos individuales ni en cálculos mezquinos, sino en una agenda clara para el desarrollo. Un liderazgo que devuelva la confianza a la ciudadanía, que construya puentes entre las diferencias y que entienda que el Cauca y el Valle del Cauca no pueden seguir siendo piezas sueltas en un rompecabezas nacional.

El futuro depende de las decisiones que tomemos hoy. Si seguimos eligiendo a los mismos con los mismos vicios, nada cambiará. Pero si aprendemos de los errores, si votamos con conciencia y si exigimos cuentas claras a quienes gobiernan, todavía podemos recuperar la grandeza que nos fue arrebatada. El suroccidente colombiano tiene todo para volver a ser protagonista: talento humano, riqueza cultural, ubicación estratégica y un pueblo resiliente. Lo único que falta es que nos creamos capaces de levantar la voz y reclamar, con dignidad, el lugar que merecemos.

Porque sí, fuimos grandes. Nos dejaron caer los egos, las promesas vacías y los abandonos históricos. Pero si nos unimos y actuamos con visión, volveremos a serlo. Y esa esperanza, más que una ilusión, debe convertirse en un compromiso colectivo.

Andrés Saavedra.

Octubre 19 del 2025

@AndresSaavedra_ - @asaavedraluna


 
 
 

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